

En tiempos pasados, la Pascua en Argentina se vivía con una mezcla de fe, unión familiar y creatividad artesanal. Antes de que los huevos de chocolate dominaran las góndolas de los supermercados, la costumbre más popular era pintar huevos de gallina, una tradición que muchas familias argentinas aún recuerdan con nostalgia.
Durante la Semana Santa, era común ver a niños y adultos reunidos alrededor de la mesa de la cocina, preparando huevos hervidos que luego decoraban con tintes caseros. Se usaban colorantes naturales como cáscara de cebolla, remolacha o té, y se aplicaban con pinceles, algodones o simplemente sumergiendo los huevos en el líquido teñido. Algunos hasta los adornaban con cintas, flores secas o dibujos hechos con marcadores.
Esta práctica no solo era una forma de celebrar la resurrección de Cristo, sino también un ritual que fortalecía los vínculos familiares. En muchas casas, los huevos pintados se usaban para decorar la mesa pascual o se regalaban a seres queridos como símbolo de nuevos comienzos.
Aunque con el tiempo la tradición fue cediendo terreno frente a los productos industriales, todavía hay rincones del país —sobre todo en zonas rurales o en familias de raíces europeas— donde esta costumbre se mantiene viva. Algunos jardines de infantes y escuelas también la rescatan como actividad educativa y cultural.
Hoy, en medio de la modernidad y el consumo masivo, recordar la antigua costumbre de pintar huevos de gallina en Pascua es reconectar con una parte entrañable del pasado argentino, donde la celebración pasaba más por el corazón que por el envoltorio.
CUANDO ERAS CHICO, RECORDAS ESTA TRADICIÓN?